Debido al estado del país después de la guerra y a la economía de muchos clubes, se planteó una temporada de transición en la Segunda División con un sistema de 5 grupos de 8 equipos cada uno agrupados por criterios de proximidad geográfica. El nuevo régimen político surgido de la guerra, a pesar de no tener como jefe de estado a un rey, se autoconsideraba oficialmente como «Reino», y por tanto permitía la utilización de simbología monárquica.